PRÓLOGO DE CARLOS BE: Vulva, un clamor contra la violencia de género viral

Prólogo de Carlos Be para la primera edición de Vulva de Irene Herrero publicado por Lastura ediciones (2024):

En el acto I, un narrador nos sitúa en los años noventa para relatarnos una retahíla de sucesos en torno a las libertades: en Murcia la Audiencia Provincial deniega la separación a una mujer víctima de violencia de género; en Chicago se vive con gran revuelo la noticia de un investigador que quiere ayudar a morir a una mujer diagnosticada de Alzhéimer; y en Madrid una de las protagonistas de Vulva, con cinco años recién cumplidos, explora sus genitales para escándalo y vergüenza de su colegio.

En aquella misma década, un servidor estudiaba Medicina en la Universitat Autònoma de Barcelona y, como miembro eventual de la sección joven del Front d’Alliberament Gai de Catalunya, organizó un taller extraacadémico de sexo seguro para su facultad. A muchos os parecerá lo más normal del mundo. Os aseguro que treinta años atrás no lo era… y no lo fue. Ante una treintena de futuros doctores, los talleristas que acuden a hablar de sexo seguro taller despliegan plátanos, condones y rollos de plástico transparente, entre otros enseres. Los estudiantes, agraviados por aquella exposición tan directa y desprejuiciada, se confabulan una tristísima atmósfera de prepotencia y rechazo hacia los talleristas: «¿Qué vienen a contarnos éstos a nosotros, profesionales de la sanidad de verdad!». Aquella experiencia me valió para dejar de ser aquel estudiante introvertido de mirada turbadora para convertirme en «el marica de segundo». «Gay» u «homosexual» no eran términos comunes. Eso sí, me consuela saber que más de uno aprendería a colocar un preservativo… o requerirlo.

En la década que nos ocupa, el estigma sigue siendo un atributo condenatorio cuasi místico del miedo y el poder que todos sufrimos y, también, todos ejercemos. Seguimos reprimidos y seguimos culpando al que hable del placer y la libertad, ya no digamos si osa manifestarse, exponerse o reivindicar.

Y Vulva se pregunta: ¿por qué seguimos así?

Para escribir su ópera prima, Irene Herrero parte de unos hechos funestos ocurridos en 2019 en San Fernando de Henares, provincia de Madrid. En mi humilde opinión, la intención de la autora es compartir con sus lectores y espectadores el dolor y también su rabia. Además, Vulva expone la necesidad de entender lo ininteligible, tanta ignominia y desigualdad estructurales, y clama por heroínas… pero solo encuentra víctimas.

La mujer real que inspira a la protagonista de nuestra historia, Lucía, se llamaba Verónica Rubio —y duele escribir que «se llamaba» y no «se llama»—. Tenía 32 años cuando la arrasaron el miedo y el poder. El año pasado, el periodista Sergio Pascual rememoraba el caso para La Marea y entrevistaba a Encarni Iglesias, presidenta de la Asociación Stop Violencia Digital, quien refirió que la violencia digital sigue sin verse como un delito y, para más inri, «la justicia no ha avanzado y el daño es irreparable».

En el caso de Verónica Rubio, la ley no condenó a nadie.

El estigma, sí.

A Verónica Rubio.

Vulva es un llanto y una denuncia contra el miedo y el poder, contra la condena del placer y la libertad, y también es una dramaturgia valiente que pide justicia y no hablo de la justicia de las leyes, sino una más elevada, la justicia de la vida.

Como lectores y espectadores, Vulva nos pide un examen de conciencia contra la violencia de género, en general, y contra la violencia de género viral, en concreto. ¿Nos atrevemos?

Deberíamos atrevernos, porque no hablamos de casos aislados.Lucía es Verónica Rubio, pero también muchísimas otras mujeres oprimidas por el miedo y el poder. Antes, ahora mismo, ¡aquí y ahora!, y después. Oprimidas por unos cabrones que nos habitan a todos: el miedo y el poder. Y esos cabrones no cesarán hasta que los reconozcamos y los paremos.

Por suerte, mientras existan oprimidos, existirán textos valientes como Vulva, existirán autores valientes como Irene.

Parafraseando al artista alemán Gerhard Richter: el arte es la forma más elevada de esperanza.

Carlos Be

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