Retorno al hogar

Madrid, 12 de abril de 2024:

Después de dos días exasperándome con la sede electrónica del Ministerio de Cultura, logro enviar los últimos documentos requeridos por los funcionarios y concluyo, de una vez por todas, con los trámites de justificación de una ayuda recibida ¡en 2020!

El año pasado cerré la compañía para volver a escribir. No puedo estar más contento de la decisión. ¡Arriverderci, Casa Be! El año cundió, le tenía ganas al escritorio, y escribí cuatro nuevos textos. El primero de ellos, Molotov, acaba de preestrenarse cerca de Granada y las primeras críticas no pueden ser mejores. Muy pronto le seguirán los demás textos y ojalá no tarden en unirse los nuevos proyectos sobre la mesa.

No sé en qué momento decidí tener una compañía, sinceramente. ¿Será porque siempre la tuve? El primer espectáculo de cuyo nombre no quiero acordarme data del año 2003. En el presente es la ausencia de la compañía la que me motiva a escribir, tal como en el pasado era su presencia. Qué paradójico. Por aquel entonces se decía que yo era de los autores más prolíficos de la escena española; hoy en día no lo sé, lo dudo. No me importa la cantidad. Me ocupa y preocupa más mantener el sello y la calidad. No sé escribir mierdas, no me salen. Si supiera, sería más rico, eso seguro, pero también más infeliz. De todas formas, este mundo lo que menos necesita son nuevos ricos.

Así que el beletrista, aquel que escribe Bellas Letras, regresa a casa, a su escritorio de soledades, a la escena en la intemperie. Se sienta en la silla, yergue la espalda, echa los hombros hacia atrás, contrae levemente el abdomen y… de repente se percata de que le falta algo para empezar a escribir. ¿Qué será?

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