¡Doble vida!

Barcelona, 14 de noviembre de 2025:

«En este montaje, Carlos Be apuesta con acierto por un estilo performativo y un teatro físico, donde el movimiento del cuerpo transmite emociones y conflictos internos con más certeza que la palabra. Demuestra una notable inteligencia al introducir con pertinencia y sensibilidad el desnudo humano, integrándolo en la narrativa y evitando que se perciba como un recurso gratuito».

Así describe Alberto Sanz Blanco, crítico de Más Escena, sus impresiones sobre Azúcar picante. Cierto que desvela que hay desnudos integrales, pero confío que, algún día, esto deje de considerarse espoiler de nada.

Un estreno siempre es motivo de alegría —sobre todo tras recibir críticas tan gratas—, aunque me haya pillado en plena mudanza. Volvemos a estar entre Madrid y Barcelona, o entre Barcelona y Madrid, yo qué sé. ¿Cuándo he dejado de vivir entre ciudades? Pablo Peinado me comenta que sigo con mi doble vida: «Doble piso. Doble ciudad. ¡Doble vida!».

«Se revela el signo de géminis en todo su esplendor», diría ahora aquella oficinista de la Universitat de Barcelona, astróloga en horas ociosas, que años atrás se ofreció a calcularme la carta astral y, cuando obtuvo el gráfico de la disposición de los planetas, no pudo ocultar su expresión de sorpresa, aún desconozco por qué.

Desde que nací, todo ha sido por duplicado: cumpleaños y santo, el día que llegaron a casa mis dos primeros libros impresos, siempre entre dos ciudades… ¡o más! Las buenas noticias siempre me han llegado de dos en dos. Las malas, en tropel; pero las buenas, de dos en dos.

El retrato es de Ilde Sandrin, qué fotógrafa tan fascinante. Andaba yo concentrado en el montaje antes del estreno de Azúcar picante. La siguiente imagen me la envía Pedro Sánchez —el nuestro, el del teatro, no el presidente del Gobierno—, como prueba irrebatible de que estaba destinado a que todo fuera por partida doble en mi vida.

¿Cuál será el próximo par de buenas noticias? Expectante. Porque así me tiene la vida siempre. Expectante.

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