Barcelona, 2 de enero de 2025:
La ilusión es la materia prima del teatro.
En virtud de la ilusión, el teatro se transforma y actúa sobre nosotros, en quienes prosiguen su transformación y sus acciones.
La ilusión es el milagro de lo imposible en posible.
La ilusión es oasis y espejismo a la vez.
La ilusión también es esperanza.
La suma de todas las ilusiones da como resultado la luz, cuya celebración la festejaban nuestros ancestros alejandrinos la noche del 5 al 6 de enero. A esta Fiesta de la Luz no tardaron en personarse los magos. Nunca nadie sabrá quiénes eran ni de cuántos se trataban. Algunos textos hablan de tres, otros de una docena. ¿Quién sabe? Tampoco se conoce su procedencia y la historia no incurre más que en contradicciones, como sucedió con el mago conocido como Bithisarea o Baltasar, cuando se debatió si procedía de Oriente o, por el contrario, de Occidente, en concreto de las regiones tupinambás americanas —con lo cual, todo hay que decirlo, ganaría en gracejo y atractivo, no hay más que admirarlo en la pintura de Grão Vasco (1475-1542)—. En menos ocasiones de las deseadas también se habla de magas y no de magos, como relata nuestra querida Gloria Fuertes en sus Las Tres Reinas Magas, siempre acompañadas de sus camellos el Rostrobello y el cojito.
Yo no suelo celebrar ningún ritual mágico la Noche de Reyes, pero sí salgo afuera a medianoche y escucho. Intento escuchar con mucha atención. La ilusión se escucha y cuanto más clara te habla, más universal es. Y transforma y actúa.
Por el teatro en su estado puro.
Por el teatro que ilusiona.
📷 Sócrates Serrano



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